REALIDAD SIN FIN Y FIN DEL RELATO por Ernestina Gamas*
| 21 diciembre, 2014Sin darnos cuenta, el año se nos escapó de las manos junto a una sucesión de acontecimientos y de atropellos que han logrado llevarse puestas nuestra capacidad de asombro, nuestra paciencia y nuestra tranquilidad cotidiana. Terminamos el 2014 peor de lo que lo empezamos y no se avizoran días más apacibles. Esto se llama realidad y no relato.
Empieza el año 2015, año de verdaderas elecciones. Algo tenemos que hacer ante la frustración, la impotencia y el desánimo. Nada más inútil que abatirse refugiados en la indiferencia. El tiempo que se avecina requiere de nuestra intervención en mayor o menor medida. La reflexión y el análisis cauteloso deberían ser el primer paso. Es el momento de comprometerse y hay variadas formas de implementarlo. Solos, cada uno de nosotros, mostramos una fragilidad tentadora frente a los usurpadores que se legitiman únicamente a través del relato y que hacen del poder el verdadero cuidado de sí. Es tiempo de hacerse cargo de la política para que ésta se haga cargo del cuidado de todos. Hacerse cargo de la política no significa necesariamente enrolarse en una propuesta partidaria, sino defender principios éticos básicos y elementales para sacar adelante un país que es de todos y que nos han ido confiscando, sutilmente al principio y en forma paulatina con creciente brutalidad. Pero para ello primero es importante estar convencidos de la ventaja de esos principios éticos para así internalizarlos. Son la mejor herramienta para nuestra defensa.
Aunque nos saturen con el relato, la vida real se nos cuela y nos embate. Hay una enfermedad del poder que traspasa todos los límites y se convierte en energía de avasallamiento y de dominio. Voluntad omnipotente que se convierte en violencia. Pero hay otra enfermedad, incomprensible, la de los sujetos pasivos, sometidos ante los que se aprovechan de esa debilidad. Con una carga impositiva altísima, sin retorno en forma de mejoras ni en educación ni en salud ni en seguridad, los únicos logros son los que se incluyen en el relato. Habría que preguntarse qué motiva tanta conformidad, cuál es el placer que condiciona para permanecer adormecidos en el statu quo. ¿El síndrome del avestruz de quienes ante una situación que los asusta, prefieren esconder su cabeza en la tierra para no enfrentar la realidad?
Las ideas republicanas están debidamente fundadas para equilibrar a los excesos del poder. Es hora de abandonar la mansedumbre, el cómodo sometimiento, para exigir que se recompongan los organismos de control, que se respete la independencia de los poderes. El deber cívico no se limita al momento del sufragio. Se impone un estudio previo necesario sobre quienes se postulan para gobernar. Hay que aprender la diferencia entre un slogan y una propuesta, entre un discurso oportunista y un plan de gobierno. Nuestra demanda tendría que empezar por ahí. Ser espectadores de una carrera por candidaturas no nos convierte en ciudadanos. Ejercer nuestro derecho a la crítica, al análisis, nos da más derechos, porque no somos ni vecinos ni somos compañeros, no somos todas y todos. Somos cada uno y en conjunto una diversidad de intereses que necesita de la política para vivir en comunidad.
Política es lo que nos han quitado cuando el poder público se ha olvidado de los objetivos provechosos para el grupo. Una noción que se ha distorsionado hasta perder su sentido ético. Es bueno recordar que la política solo es funcional, cuando permite poner reglas entre los gobernantes y los gobernados, Nuestra misión es conocerlas para elegir, peticionar y controlar.
Con el intenso uso de las redes de comunicación cada vez más interconectadas, todos podemos participar de foros, blogs y espacios de discusión sobre los más diversos problemas. Podemos unirnos en las demandas y en los controles. Podemos iniciar causas y enrolar a otros en las mismas. Todas estas herramientas están al alcance de nuestras limitaciones. Además sería bueno ejercitar la memoria. Qué dijeron y qué hicieron, por qué les creímos si todos venían con una historia pegada a sus espaldas que en cualquier país medianamente civilizado hubiera merecido un prontuario.
Ahora la oportunidad vuelve a presentarse. Empieza un año que por sí mismo no cambia nada, ya que después de unos cuantos días feriados la vida real continúa como los últimos días del año que termina. Está en nosotros, cada uno de los ciudadanos, no empezar una dieta cada lunes para abandonarla el martes. Eso nos lleva a que nos encorseten con las aflicciones de una realidad que en nada se parece al relato. No son salvíficas las soluciones mágicas en las que preferimos creer.
Les digo a todos ¡Felices Fiestas!, una felicidad que no necesariamente vaya unida al placer sino que sea el comienzo de una elección cívica que nos lleve del cuidado de sí al cuidado del otro.
Diciembre 2014