TESTIGOS DEL PERONISMO REAL por Esteban Lijalad*
| 24 julio, 2014Hace un tiempo publicamos una serie de entrevista realizadas por Esteban Lijalad a personas que habían sufrido en carne propia las persecuciones del peronismo antes del 1955. Esta es la última de esta serie que ahora les entregamos. Al final un Epílogo escrito por el autor de estas entrevistas
La Dirección
Carlos Villalba
Esteban Lijalad: Por favor, nos haría una breve autobiografía
Carlos Villalba: Nací en 1932. De una familia de clase media. Mi padre era abogado y también un hermano de mi madre y mi abuelo materno. No había mujeres profesionales pero si egresadas profesoras. Me ha tocado hacer memoria con motivo de otros requerimientos y reconozco que es costoso hurgar en el propio pasado. Ya desde edad muy temprana tuve percepción de muchos de los temas públicos y privados,… de los conflictos de la Segunda Guerra mundial que teñían todo el horizonte. De alguna manera, a pesar de estar tan alejados y pese a ser un país que estaba fuera del conflicto, se repetía aquí la división de la gente simpatizante del Eje y la simpatizante de los Aliados. Como pasaba en muchas familias la división se encontraba en su interior. En mi familia inmediata: mi padre era anti nazi, antifascista, tenía simpatías radicales. Mi madre era marcadamente democrática pero no así sus hermanos varones. Dentro de la familia de mi madre había partidarios de Hitler y Mussolini. En los tíos políticos se daba la misma mezcla. Hasta cuesta ahora recordarlo en voz alta.
EL: Ser partidario en 1935 no era lo mismo que serlo cuando ya se supo la verdad…
CV: Sí, aunque seguramente un poco más tarde en mi caso porque en esa fecha tenía tres años. De todos modos se tardaba en tomar conciencia. Yo hice un análisis retrospectivo para ver como se pudieron dar las relaciones sociales, cómo mis padres pudieron mantener posiciones muy fuertes en el plano ideológico y al mismo tiempo no romper los lazos familiares. Tíos con los cuales teníamos una posición totalmente opuesta, pero al mismo tiempo un gran cariño y que continuamos ese gran cariño hasta el final de sus vidas.
EL :Usted a los diez años tenía conciencia de que estaba la guerra
CV: Tenía conciencia clara. Recuerdo haber empezado mis lecturas de diarios con los títulos sobre la guerra.
EL: La guerra española no, era muy chico…
CV: La guerra española no…la entendía menos. Sabía que estaba en contra de los franquistas y de los partidarios de los franquistas pero no conocía los hechos, incluso ahora tengo amigos en España y me encuentro con una historia con una cantidad de …claro oscuros, más oscuros que claros. Fue de una violencia fenomenal. En el momento y por mucho tiempo fuimos enteramente antifranquistas. Con el correr de los años encontré gente maravillosa cuyas familias eran partidarias de Franco y habían sido víctimas de los Rojos. Con lo cual se hace difícil entender. Una de las sorpresas que he tenido para comprender lo que pasa en Europa y lo que pasa acá, es que todo parece ser muy parecido… pero no es así. Si alguien en América hubiera planteado o planteara ahora la conveniencia de instaurar una monarquía la opinión pública lo hubiera descalificado y hoy lo tendrían por un loco. Nunca se planteó la posibilidad de debatirlo. En cambio, aunque irracional, parece natural que un inglés, un español, un belga, un holandés, etc. defiendan la monarquía. Pero en nuestro país hablar de un Rey es estar completamente loco. Y en toda América es una mala palabra. Una discusión vedada. Cuando se lo combatía a San Martín, se lo acusaba de monárquico. Son realidades muy distintas, muy difíciles de entender porque asumimos que tenemos una misma cultura sin tomar en cuenta las grandes diferencias. De todas maneras me alegro de no haber pasado por esta variante.
EL: Volviendo al siglo XX. La Guerra a usted lo incentiva, le da curiosidad lee los diarios, charla con sus padres…
CV: La charlas eran permanentes. Desde muy chiquito la persecución contra los judíos era un tema de comentario en mi casa. Tan de chiquito que recuerdo que hice la preparación para recibir la primera comunión y después una segunda parte que estaba destinada para lograr la Confirmación. Recuerdo que iba a la Parroquia del Santísimo Sacramento- que no era mi parroquia, pero cercana de la casa de mi abuela en la vecindad de la Plaza San Martín. La parroquia tenía una canchita donde jugábamos al futbol. Unos muchachos un poco mayores oficiaban de preceptores. En una oportunidad advierto que uno de ellos ostentaba en el bolsillo delantero del pantalón un llavero y colgando, una Cruz Esvástica. Yo tenía diez años…Y lo interpelé: cómo puede ser que estés usando este distintivo, o vos te vas o …Me acuerdo que lo fui a ver al cura y le dije que eso no podía ser, y el cura terminó pidiéndole al otro muchacho que no lo usara, que no exhibiera el escudito. Le doy así una referencia de que había una vivencia fuerte de la Guerra.
Me acuerdo además haberle preguntado a mi madre por qué no se habían ido los judíos antes de que los mataran y me respondió con las famosas palabras que luego supe que eran un verso de un famoso poema “por quién doblan las campanas, doblan por ti”. Uno no creía que eso pudiera pasar, o pensaba que solo le pasaría a los otros.
Cuando vino Perón, se mantiene este clima. Cuando vino el Golpe militar del 43 muy rápidamente se notó el papel de Perón. Lo recuerdo porque estaba presente en las conversaciones de mis padres, la figura de Perón surgió muy rápidamente. Se empezó a hablar del Coronel. Tanto que el 17 de octubre era la figura central: Vicepresidente, Ministro de Guerra, Secretario de Trabajo. Había un cantito callejero que decía: “no queremos dictadura ni gobierno militar”.
EL: En esa época estaba en el Secundario
CV: Yo entré en la Universidad en el 50, así que hasta el 49 estuve en el colegio, en el Nacional Buenos Aires, que era …uniformemente no peronista. Yo sostengo que la expresión “antiperonista” fue una expresión de Perón. No es que los antiperonistas se consideraran antiperonistas, sino que Perón los llamó de ese modo, lo cual era una reducción terrible porque era considerar que todo lo que justificaba nuestras vidas era estar en su contra. Por eso yo traté después del 55 de sacarme de la cabeza ese calificativo: “yo no me voy a consagrar a ser contrario a Perón, no le voy a dedicar mi vida y ni siquiera a estar en su contra”.
Obviamente, no era simpatizante y tampoco lo fui después del 55…
EL: Del 45, de octubre usted tuvo algún recuerdo
CV: Muy de lejos, era muy chico. Pero lo seguí claramente, la participación del que era Ministro de Marina, según recuerdo Bernengo Lima y de toda la tensión que existió el 17 de octubre.
EL: Se dijo que Evita participó de esas jornadas. Como la percibían a ella
CV:Mal, una mezcla muy grande porque… me cuesta mucho distinguir lo que pensaba entonces de lo que pienso ahora. Había en ese momento una separación entre las clases sociales más fuerte que en el presente. Pero se veía muy claramente que todos los hechos que protagoniza Eva Duarte eran tema de conflicto: con sus colegas actrices, como Libertad Lamarque que tiene que exiliarse, hasta la cachetada que le da al tío de Ivanissevich porque le había diagnosticado un cáncer. Era una persona de un trato muy, muy fuerte. Y lo que se planteaba en esos momentos, para mi estaba bastante claro, es que como pasa casi siempre – y como sucedió por ejemplo en la Revolución Francesa los plebeyos querían ser nobles- ella se consideraba una persona de clase media baja – pero no de clase obrera ni de campesinos pobres- que sufría el problema de ser hija natural, de una segunda casa y Eva Duarte también quería tomar el lugar de las señoras que la habían ninguneado. Y por eso se viste como se viste, su modisto era Paco Jamandreu y por eso sus aspiraciones no eran de ser “descamisada”, sino tener una gran cantidad camisas y pieles y vestirse muy bien, aprovechando que era una mujer bonita, presentándose junto a Perón casi como una pareja monárquica. Las mismas efigies de perfil que usaban para la propaganda política, con la imagen de Perón y de Evita, en fin. El uso del lenguaje de ambos era el propio de las clases más “paternalistas” como las expresiones de “descamisados”, “grasitas”, y la práctica de los regalos como un medio de dominación personal o de clientelismo que para mi sorpresa fue muy bien recibido por la gente, como los que aceptamos todos en oportunidad de las fiestas religiosas de Navidad y de Reyes, etc.
EL: Usted entra a Derecho, con qué se encuentra allí
CV Yo entro para hacer la carrera de abogado, lo que pasa es que desde muy joven me gustaba leer, tenía inquietud por la lectura, la filosofía, la política, en fin, como tantos chicos de la época. Tomando en cuenta mis inquietudes mi madre me dijo, “mirá, hay unos grupos que se están reuniendo y tienen cursos de formación”. Y entonces entré en uno de ellos, en el que participaban una cantidad de muchachos democratacristianos que empezaban a estudiar las posiciones de Maritain, de Mounier, todo un acceso muy deslumbrante para un chico de 15 años. Al poco tiempo fui secretario de una agrupación, “Esquiú”. Yo sentía que la situación era inaguantable.
EL: para entender mejor: la Iglesia institución apoyaba al gobierno, no es cierto?
CV: Caggiano dijo: “no hay que perder el tren”. La Constitución del 49 hecha por Sampay, si mal no recuerdo, un católico del grupo FORJA que era Fiscal de Estado de la Provincia de Buenos Aires que termina huyendo del país exiliándose en el Uruguay. La historia que no se ha hecho todavía es la de la persecución del peronismo a la gente peronista más importante. Porque lo que no acepta una persona que construye poder es tener cerca gente con poder. Una tía segunda, Del Mazo, muy antiperonista se casa con un abogado, el Doctor Avanza, que fue Ministro de Educación de Mercante, en la provincia de Buenos Aires. Fue para mí un ejemplo muy curioso porque mi tía era una persona muy simpática y muy antiperonista que se casa con una persona peronista de muy buena formación intelectual y que tenía una biblioteca impresionante. Todo el gabinete de Mercante terminó preso. Ramón Mercante quedó ninguneado. Recuerdo cómo me asombraba esa gente, como el Dr. Avanza, que tenía la paciencia de charlar con un chico del secundario, de hablar de filosofía, y de política…Este señor me recomendó un libro que implicaba una independencia de criterio fuerte, gente que veía la posición del gobierno desde el punto de vista de la Justicia Social- porque la Iglesia teniendo una aterradora posición antiliberal, desde el punto de vista social fue muy avanzada- . Y por eso todo este grupo se encuentra con la figura de Perón para quien preparan toda la legislación social. Toda esa legislación fue hecha por los católicos y antes, algunas de las leyes hechas en conjunto con los socialistas. Así que había un desnivel muy grande: desde el punto de vista social eran de una apertura muy fuerte pero desde el punto de vista de lo que es la libertad individual incluyendo la libertad de conciencia tenían una posición terrible. Y Perón juntaba las dos cosas. La parte social, sí, estaba bien, no nos provocaba ningún escozor. Como no le provocaba ningún escozor a toda la gente socialista. Pero lo que sucedía era que Perón no se ponía de acuerdo con los socialistas para sacar una ley, sino que sacaba las leyes y decía “esto es nuestro”. Le venía muy bien esta conjunción con esta gente de derecha católica pero que tenía una conciencia social muy grande.
La Enseñanza religiosa, para el grupo católico de ese momento, era un logro muy importante.
En el 54 fui echado de la Facultad. Un día me dicen “mirá, no te podemos anotar porque no figurás como alumno”. Yo estaba en cuarto año. “Tus fichas no están más acá” me lo dijeron como si fuera algo natural y para mí lo era porque ese era el lenguaje de la época. Así que no tenía como pedir un certificado para ir a estudiar a Montevideo. Me sentí un poco responsable de que a otros chicos como yo les hubiera pasado lo mismo. Era impensable deducir un recurso ante la justicia. Y Perón, en el 54, parecía que iba a durar en el Gobierno diez años más, por lo menos. No teníamos la sensación de que fuera a durar solo un año. Pensé: ¿qué hacemos en los próximos diez años? ¿qué va a ser de nuestra vocación? Entonces se me ocurrió ponerme en contacto con profesores echados y pedirles que nos enseñaran. Juntamos cinco o seis chicos para tomar clases. Me puse en contacto con un abogado que había sido profesor de “Contratos”, el Doctor José Manuel Saravia. Le pedí que me hiciera el favor de buscar colegas echados, para que nos dieran clases en sus estudios profesionales, que nos enseñaran, que nos recomendaran libros, etc. Seriamos autodidactas. Marcos Satanowsky, que mucho después lo matan y que era profesor de Derecho Comercial, dijo que no, porque tenía temor de enseñarnos… ¡Derecho Comercial en su estudio a seis chicos! Esto da un punto de referencia muy preciso: si una persona tiene miedo de saludarme yo sé que tengo problemas serios.
En ese momento, yo estaba militando en el Humanismo, dentro de la FUBA. Después del 55 propongo a José Manuel Saravia como Interventor en Derecho. Y me lo aceptan. Raro, porque aunque éramos muy amigos con muchachos de otras agrupaciones peleábamos mucho por las preeminencias. A los pocos días me llama el Dr. Saravia y me dice “no puedo aceptar el decanato”. ¿Por qué? Como el Ministro de Educación sería Atilio Dell’Oro Maini, que era del grupo de católicos de derecha, le pedían a Saravia, que era mucho más liberal, que fuera como Subsecretario. “Necesito que venga como asesor universitario”. Y ahí me entrevisto con Dell’Oro Maini. Nosotros, desde el Humanismo, habíamos tenido una militancia muy fuerte a favor de la Libertad de Enseñanza, se lo planteo y me dice “Yo estoy de acuerdo, pero no es el momento, no vamos a tener la oportunidad propicia”. Le digo “si a usted no le interesa hacerlo yo no entro, porque yo no tenía una formación como para entender en los temas de la escuela primaria o secundaria y no eran parte de mi vocación”. Me contestó “estoy de acuerdo en que si existe la oportunidad, lo propongo”. Y así sucedió: el que propone que se instauren las Universidades Privadas, fue el Interventor en la Universidad de Córdoba, el Doctor Caeiro. Aprovechando la propuesta y el acuerdo del resto de los rectores lo redacta en el momento y lo propone. Gran ovación. Romero que no había viajado por motivos de salud lo acepta con entusiasmo. Cuando la gente como Ismael Viñas, que era el Secretario de la UBA, y la gente de la FUBA se enteran se arma el gran conflicto, “Laica o Libre” que después vuelve a estallar con Arturo Frondizi, quien, acompañado con Del Mazo, y ya en plena campaña, se reúne con nosotros. En esa oportunidad me animé a preguntarle qué pensaba sobre la Enseñanza Libre, qué duda puede haber respondió. “Absolutamente de acuerdo”. Recuerdo que al salir comenté, “Qué mentiroso!” Y después me di cuenta que los defraudados habían resultado los Reformistas…Ahora viene lo que para mí fue más sorprendente y que muy poca gente lo sabe. Yo había tenido una larguísima conversación con el asesor universitario de la Acción Católica. Nos reunimos varias noches. Y pese a ser una persona muy cerrada, lo conseguí convencer. Me dijo al terminar tres veladas de conversaciones: “Yo voy a hacer lo siguiente, le voy a decir a la gente de Acción Católica que pueden entrar al HUMANISMO y por ende a FUBA” (que era como la antesala del infierno). Y empezamos a discutir con los muchachos de la Acción Católica que querían entrar a esa antesala del Infierno. Estando en el Ministerio de Educación, me dicen que estaba el Padre Tello, que era el asesor de Acción Católica Universitaria, que quería verme. Me dice que en ese momento los Obispos estaban reunidos con el ministro Atilio Dell’Oro Maini, diciéndole que dejara sin efecto la Libertad de Enseñanza o de lo contrario ¡excomulgaban al Gobierno de la Revolución Libertadora! La libertad de enseñanza no era una consigna de la Iglesia: ellos querían la Enseñanza religiosa católica. Yo no lo podía creer: me tenía que aguantar que los reformistas me dijeran “sos un fascista, un clerical”. Esa no me la soñaba, tampoco con una carta Pastoral de los obispos tratando de condenar al Movimiento Humanista por las posiciones que denominaban de “indiferentismo ideológico”, como la de los que piensan que “todo es lo mismo”. Y para ellos, el catolicismo que “no era lo mismo” que otras confesiones pensaban trasladarlo al plano político. Era un tema que yo no conocía.
Volviendo a mi historia. Yo entro cuando se plantea, dentro del Centro de Derecho de la FUBA, la discusión “Centro amplio o Centro restringido”. Esto puede traducirse así “Nosotros somos un Centro para gente democrática, la gente que no está a favor de una posición democrática, no la tenemos que aceptar”. Es decir, afuera los nazis, afuera los comunistas. Lo más curioso es que esa posición la sostenía una persona como Solari Yrigoyen, que no era un reaccionario. En ese momento nuestra posición era “Tenemos que aceptar el riesgo, la democracia es un riesgo. Entonces tenemos que correrlo y tenemos que pelear.” Y además en ese momento recuerdo que lo que tenía presente es que si nosotros negábamos la convivencia – especialmente en relación a la gente del Partido Comunista- no íbamos a tener el ejercicio suficiente como para la confrontación. Por lo cual nos íbamos a anquilosar en un rechazo pero no íbamos a tener toda la gimnasia dialéctica. Entonces hicimos una coalición entre el MUR (Reformistas), los Humanistas y un movimiento llamado Nueva Universidad, en el que había gente laicista, progresista pero más bien conservadora. Gente muy inteligente y capaz. Y ganamos ahí nomás. Y ahí yo salí como vice tesorero y luego tesorero. Fue en el 54 y por suerte me di cuenta de que, como habíamos tenido una pelea fuertísima con la Policía, no teníamos que dormir en nuestras casas, con lo cual mi pobre viejo se ligó durante tres meses un policía en la puerta. Zafé de caer preso por eso. Me di cuenta que después de ese día de octubre del 54 vendrían por nosotros. Hubo centenares de detenidos, algunos coincidieron y se salvaron. Ahora hay una Fundación que reúne a la gente que estuvo detenida en esa ocasión, pero yo no quise continuar participando, por aquello de que no me interesa el “antiperonismo”. No tengo ganas de seguir en esa posición que ya pasó. Yo era antiperonista, pero podía hablar con un peronista, como podía hablar con un nazi o alguien del Partido Comunista. Y me enriqueció muchísimo esa posibilidad. Distinta es la posición de muchos de los que estuvieron presos pues compartieron un cuerpo de la cárcel donde convivieron varios meses compartiendo sus conocimientos de las distintas disciplinas.
Aprendimos que a las asambleas había que ir con una almohada, dispuesto a quedarse porque tenían muy bien entrenada una táctica de alargar las sesiones, el resto de la gente se iba, votaban y ganaban por cansancio.
EL: Me interesaría saber como interpretaba usted el conflicto entre Perón y la Iglesia, desde su lugar como cristiano. Fue algo circunstancial o algo de fondo…
CV: Era un problema de fondo, muy serio. Yo al mismo tiempo, por mi estructura mental me planteaba interrogaciones. “Soy católico, los católicos piensan esto. ¿Creo en esto? No. ¿Entonces, puedo ser católico? Por lo cual tuvimos que hacer un ejercicio de nuestra autonomía muy interesante. El problema era justamente el tema de la libertad y el tema de la democracia. Y el tema de la verdad. Por suerte pudimos encontrar asesores en temas de filosofía y teología de muy alto nivel que tuvieron la paciencia de enseñarnos. Había un sacerdote jesuita, Joaquín Aduriz, que después colgó los hábitos, con el cual tuve conversaciones muy interesantes y con él organizamos un cursito sobre la “relatividad de la verdad poseída”. Releyendo un libro de aquella época, de Karl Jaspers, lo plantea muy bien diciendo que lo que nosotros conocemos nunca es absoluto. Cualquiera que sea la verdad no va a ser esa verdad porque es la que nosotros tenemos. Pero la posición de la Iglesia era un desastre. Leí las Encíclicas que se referían a estos puntos y no lo podía creer, “estoy en el lugar equivocado” me decía. Con lo cual tuve muchos problemas de pertenencia. Y este era un grupo que tenía estas condiciones de saber replantearnos nuestras creencias.
EL: Pero no les pareció raro que Perón y la Iglesia rompieran de ese modo
CV: Rarísimo. No entendíamos. Era muy claro que Perón era muy hábil como político. Yo le pongo todas las fichas en contra, pero era un constructor de poder fenomenal. La demostración es cuando la manda a Isabel a pelear con Vandor, la dirige por control remoto y le gana al vandorismo. Una cosa increíble.
Ese sectarismo religioso que te tenía atrapada el alma y este otro sectarismo político que te tomaba el cuerpo y la inteligencia era muy perverso. Una combinación fenomenal. Que se dividiera, para nosotros fue una cosa fantástica.
En la época de la quema de las iglesias salimos en manifestación, mitad porque quemaban las iglesias, mitad porque nos venía bien para atizar el conflicto. Tanto a mi, como a mis amigos reformistas, que los veía aparecer en la procesión de Corpus Cristi (risas), que no entraban a una iglesia ni para descansar, pero eso les parecía fantástico. Perón había desatado un incendio general. Una anécdota: un amigo que vivía en EE.UU. me escribe. “Te vi en la tapa del Time”. Habían sacado una foto y justo aparecí yo, en Corpus. Me escracharon con las mejores intenciones aunque no tuve consecuencias
… Posteriormente me informaron que en mi prontuario en la SIDE figuraba como miembro de la conducción del Partido Comunista! En la época de Perón figurar como miembro del Partido Comunista era autorizar a la tortura, con licencia para poner picana. Si te ponían el sello esto era así, y para muchas cosas más. Al principio no le di mucha importancia, porque estaba muy lejos de mi posición como si me endilgaran, que era hincha de Desamparados de San Juan… Aunque no tuve problemas personales un cierto resquemor te queda en el alma. En algún momento, en la época del Proceso, empecé a sacar todos los libros que tenía en la biblioteca sobre marxismo por las dudas. Aunque fuera una obra de un obispo francés, la sola palabra “marxismo” era sospechosa más aún durante el proceso. Es una señal que te queda para siempre.
EL: Fuera de lo político, como era la vida cotidiana en esa época del primer peronismo, cómo vivían sus padres. Había una presión, molestias, por parte del Gobierno…
CV: Un represión total. ¡Asfixiante! En la época de Perón no se podía hablar contra el Gobierno. La presión era enorme: no se podía hablar fuerte. No se podía decir fuerte la palabra “libertad”. Una de las pocas cosas que yo hacía, era aprovechar que viajaba en colectivo hacia Tribunales, entonces al llegar a la calle Libertad, yo gritaba la palabra “¡Libertad!”. Es una anécdota, trivial, pero denota un clima. Yo necesitaba gritar esa palabra y en ese momento tenía la excusa perfecta. Un compañero de Derecho aprovechó uno de los conciertos que se organizaban en la Facultad para pasar una proclama acercándose al micrófono puesto sobre el escenario. Vivíamos con estos modestos recursos.
EL: Pero, todos eran policías?
CV:: A todos los veíamos como policías porque estaba instaurado el temor y la delación. En la época en que muere Evita yo trabajaba en Tribunales. Viene el Director de Administración y me dice que hay una colecta para comprar un ramo de flores. ¿Es voluntario u obligatorio?, pregunto. “Es voluntario”, dice. Me negué, fui el único. “Si no tenés yo te presto el dinero” me dice. Después me di cuenta que ese tipo iba a tener un problema por haber tenido a un “contrera” como empleado y no haberlo denunciado. Y lo iba a tener el Camarista del tribunal donde trabajaba cuando pasaba de tanto en tanto tratando de pasar inadvertido, porque necesitaba la plata para vivir. Una vez se me acercó y me dijo: “Mire, no venga, nos compromete a todos”. Uno incomodaba, yo lo noté cuando tuve que ir pidiendo que me dieran alojamiento. A un chico estudiante, del 54, perseguido por una huelga en la Facultad. Había gente muy opositora que me decía y me confesaban que tenían temor. Ser amigo de una persona muy marcada era peligroso.
En cuanto a libertad de expresión, todos los partidos opositores: Conservador, Radical, Socialista, etc., durante los dos gobiernos tuvieron solo una oportunidad de hablar por la radio, dos meses antes de la caída del 55. Una sola vez. ¿Recuerda la anécdota del programa de preguntas y respuestas? Un tipo va a uno de esos programas en la radio y le va muy bien, gana y un locutor muy famoso le pregunta “Y que va a hacer con toda esta plata?” “Y se la voy a donar a la Fundación…” “Bien, muy bien, lo felicito!” “A la Fundación del Partido Socialista” aclara. No salió más el programa porque fue levantado de inmediato. El conductor tenía que cuidarse hasta de su mala suerte-. El tipo festejó de alcahuete, diciendo que iba para la Fundación Eva Perón. Se le acabó el programa. Estos detalles pequeños muestran mucho.
EL: Exacto, es lo que vengo a buscar. Lo otro lo tengo en los libros.
CV: Yo me acuerdo que cuando organizábamos algún movimiento en la Facultad, lo teníamos que iniciar de una manera sorpresiva y concluirlo rápido porque el patrullero que estaba en la residencia presidencial, en Libertador y Agüero, desde el momento que recibía el aviso de algún alcahuete que decía “vengan a la Facultad, que hay un acto” tardaba en llegar 21 o 22 minutos. Nosotros teníamos que armar en ese tiempo el acto y terminarlo. Vivíamos bajo control. El que nos denunciaba era el encargado de la limpieza. Demoré, luego de recibido, muchos años en volver, para no encontrarme en las paredes el recuerdo de la angustia de esos años. Yo era amigo de D’Alessio, que fue Decano durante el gobierno de Alfonsín. Y de pronto me encuentro con el alcahuete. “Esta es la persona que nos denunciaba, el hijo de p.. Todavía esta acá?”. Me dijo: es una buena persona, se encarga de tener limpia la bandera y de izarla en los actos.
La vida corriente y la perversa están muy cerca.
EL: En su casa, sus padres
CV: Mi padre, por no afiliarse al Partido Peronista, fue obligado a jubilarse prematuramente. Era abogado del Banco Nación. Tuve el gusto, gracias a eso, de conocer al filósofo Carlos Cossio, una figura del Derecho internacionalmente conocida. Lamentablemente una de las consecuencias de la Revolución del 55 fue que saliera gente como él que, aunque había tenido una posición floja en lo personal, tenía el contrapeso de ser un gigante. Como el caso de Discepolín, un obsecuente pero un genio.
EL: Había una intelectualidad peronista o ese es un mito de los 70
CV: Debe haber habido. Uno de los grupos intelectuales importantes y grandes era ese grupo nacionalista católico. Por ejemplo, la persona que hace la Constitución del 49 era un constitucionalista super importante que tuvo que exiliarse del país en épocas de Perón. El grupo Forja, era importante. Pero fíjese: hay un algo que es el peronismo y hay otra cosa que es la seducción que ejerce el peronismo sobre la gente que no era peronista, por esa capacidad fenomenal de concentración de poder. La contracara de Illia porque nuestro medio abomina de los mansos. Los nacionalistas católicos enfrentados al liberalismo nacionalista, el que funda la Nación, se encuentran a través de Perón, con el poder total y aprovechan la posibilidad de sumarse. Gran tentación de los socialistas. Algunos se acercaron: Borlenghi, después Dickman. Al final, el Partido Comunista. ¿Sabe cuál fue la gran tragedia? ¿Por qué hicimos la huelga del 54? Porque había un estudiante, Mario Bravo, que fue torturado y era del Partido Comunista. A los pocos meses viene la orden de Moscú de entrar a la CGU y Bravo, que tenía en sus espaldas a los cientos de estudiantes que habían salido a pelear a favor de él, entra a la CGU, algo…difícil de explicar. Y después de eso, la Democracia Cristiana, con Sueldo y compañía. Después de eso, Guido Di Tella, que estaba al izquierda de la izquierda y termina en el peronismo como ministro de Menem. Hay permanentemente una seducción para ciertos grupos tentados por finalmente subirse a un poder que no supieron conquistar.
EL: Eso también paso en los setenta. Yo, como tantos, venía del marxismo y terminé en Guardia de Hierro, un grupo de centroderecha del peronismo. Otros, empezaron en el nacionalismo de derecha de Tacuara, conformaron Montoneros y terminaron en posiciones de ultraizquierda, una mezcla terrible
CV: Yo lo conocí al Padre Mugica cuando éramos pibes y concurríamos a la misma parroquia. Y me lo encuentro cuando yo estaba en el Rectorado de la UBA con Olivera, en los años sesenta. Y tenemos un ataque de la gente de izquierda e incluso de sectores del mismo Humanismo. Yo lo veía mal y le pregunto “Carlos ¿qué te pasa?” con esa confianza que venía desde la canchita de futbol de la parroquia. “¿Queréis venir a casa y discutimos?” “¿Te parece mal lo que estamos haciendo en el rectorado, que ves? “ Y finalmente me dice “Mirá, nosotros pensamos que el problema es que toda la estructura social es perversa. Por lo tanto, todo lo que la mejore es más que perverso, porque tenemos que tirar todo.” “Carlos, todo queda claro, andate a la p. que te p., no tenemos nada más que discutir”. Al poco tiempo, me vuelve a llamar y me dice “Mirá, venite a mi departamento”. Lo voy a ver y me dice: “Uno de nuestros muchachos, García Elorrio, ha caído preso”. Se había subido al púlpito de la Catedral y había hecho una proclama libertaria allí. Lo habían metido preso. Me pide por favor, insistió hasta que consiguió que le diera asistencia jurídica y tratara de buscarle una solución. “Como lo defendemos a este tipo?”. Con la colaboración de un abogado amigo pedimos que le mandaran un oficio al Cardenal diciéndole que se le preguntara si a su criterio el orden dentro de la Catedral era un problema de la Iglesia o era un problema de la Policía Federal. Y si era la Policía la que establecía cual era el comportamiento que había que tener dentro del ámbito de la Iglesia. No lo contestaron, pero salió libre.
Todo estaba muy mezclado. El almirante Rojas había recibido la Medalla al Mérito Peronista. El Ejército había dado el golpe del 43 y el GOU, donde participaba Perón, había tenido un papel protagónico. El Gobierno democrático de Perón era una continuidad del gobierno militar. No solamente la Iglesia dijo “hay que subirse al peronismo”. Fueron también los militares. No había fisuras, hasta que se empiezan a producir. Y por eso Clarín saca dos tapas, en el 55. La primera: “Las tropas leales hacen tareas de limpieza”. La segunda, en mi recuerdo, ese mismo día: “Triunfa la Revolución”. Al día siguiente se empapeló la ciudad con esas dos tapas de Clarín. No había prensa opositora y la poca que subsistía estaba censurada o tenía miedo, como La Nación. Era razonable tener miedo. Había un grupito de estudiantes que habíamos desarrollado una técnica para mandar gacetillas a los diarios para que no pudieran ser cambiadas. Porque los diarios siempre lo atenuaban, lo cortaban, lo sacaban. Habíamos armado una especie de “manifiestos candado” por un grupo de especialistas en anti corte…Por otro lado, los policías de Orden Político y Orden Gremial que estaban en el sótano de Derecho eran siempre los mismos, y terminaban siendo quienes atenuaban la represión avisándonos. “Muchachos, mejor hoy no vengan”
En la época de Perón había mucho más miedo, pero no se mataba, salvo algunos casos. Nosotros nos peleábamos con la policía, pero no nos tiraban con armas de fuego, nos pegaban con los palos, cachiporras, puños de hierro, la Montada con el canto del sable, pero no usábamos armas, ni nosotros ni los canas. En los setenta, unos y otros se mataban.
En la época de Perón se torturaba. Amoresano y Lombilla, eran los dos nombres de los principales torturadores, según mi memoria. Tuve la suerte de no conocerlos. Picana, seguro. Los “huevos fritos” de Cipriano Reyes. Un tío segundo mío, que era del Partido Comunista y de la Liga de Derechos Humanos, caía cada tanto preso: picana. Mariano Grondona, simulacro de fusilamiento. Cuando Perón quería violencia, tenía la Alianza Libertadora Nacionalista, sacaban a los “muchachos”, como después López Rega a la Triple A.
El Peronismo era un proceso sobre la base del uso de armas que las mostraba más para amedrentar que para matar. Pero era asfixiante. Hay una definición de un demócrata cristiano siciliano que para mí es clarísima: “Un régimen totalitario es aquel en el cual todo lo que no está prohibido es obligatorio.” Ese era el régimen de Perón. No había margen de acción independiente, ni para los peronistas. Un ministro peronista no podía hacer política bien intencionada por su cuenta. Tenía que tener la “bajada de línea”. Y no se podía opinar, no se podía disentir, no se podía replantear. No pudieron hacer peronismo sin Perón.
Se hablaba de que Perón era un tipo que tenía problemas sexuales. No daba la impresión de que tuviera una vida sexualmente rica con Evita. Y termina teniendo una relación de pareja con una chica de la UES. Afortunadamente de esa chica se arrojó un manto de silencio, nadie habló. A todo el mundo le parecía que era una relación malsana pese a que la muchacha estaba encantada de tenerlo de “papi” al general. Era una vergüenza, haber montado ese entretenimiento. El uso de la motoneta, el acercarse así a las alumnas del colegio secundario, era algo patético. Y en aquella época era además, algo más depravado aún. Algunos lo negaban, pero esa historia es como que hubiera desaparecido y hoy se idealiza a Perón ayudado con la amnesia de situaciones como esta.
Durante esa época había que aceptar la humillación. Se buscaba a alguien para decirle, “mirá, trae una carta de recomendación de un funcionario peronista, sino perdés el puesto”. Y uno tenía que ir a conseguir esa carta. Mucha gente, entre las que me cuento, tuvo que hacerlo. Por ejemplo, un Director de Escuela estaba obligado a hacer discursos a favor de Perón y Evita. Si no, lo echaban. Los maestros y los alumnos tenían que escuchar la apología de la pareja “gobernante” con toda reverencia. La gente estaba obligada a traicionar sus pensamientos. La gente tenía que omitir sus pensamientos. Estaba prohibido pensar. Había que “adherir”, estar dentro del Movimiento. A muchos profesores después les costó el cargo. Habían tenido que llenar una encuesta que después publicaron en forma de libro. Debían contestar y decir “si a todo”. No se podía deslizar una objeción. Los mejor plantados, tenían que decir cosas por las cuales después se les dijo, “vos dijiste esto, es una vergüenza, no tenés capacidad moral para seguir en la Facultad como profesor”. Tipos como José Miguens, recientemente fallecido, que indirectamente me dio hospitalidad en los días en que estuve prófugo, tuvo que aceptar una humillación personal porque creía que era mejor dar testimonio en la docencia…
Tengo miedo que esto vuelva a pasar con los Kirchner. A veces, en este momento prefiero cuidarme, estoy por decir tal cosa y hago una pausa por precaución, o me fijo con quien estoy, porque hay gente que lo toma muy mal. Que reaccionan exasperados. Y el kirchnerista de corazón que dice “Yo repensaría esto”, queda definitivamente afuera. El tipo que dice no, o vuélvalo a pensar no tiene cabida…No hay margen para decir “me gustaría volver a pensarlo, no lo veo claro”. Lo dice muy bien Guillermo O´Donnell, aunque referido a una actitud que se da no solo en nuestro país cuando se refiere a las “democracias delegativas” que se dan en sociedades que consideran que: “más que partidos políticos o congreso, lo que necesitamos es un líder decisivo que resuelva los problemas del país”. Nuestra sociedad tiene desde hace rato una actitud delegativa.
EPÍLOGO por Esteban Lijalad
La generación del 70 fue hija de la Revolución Cubana y creyó verla encarnada en el peronismo. Esa extraña mixtura sonaba en la consigna “Perón, Guevara, la Patria liberada”
Esa generación, a la cual yo pertenecí, rompió con sus familias- porque eran antiperonistas- , con su formación democrática o marxista clásica y adhirió fervorosamente a la aventura de “ser peronista”, o sea, fundirse a un sujeto hecho de poder puro, sin sutilezas teóricas, “puro pueblo”, que gritaba sin sonrojarse “alpargatas sí, libros no”. Con ese acto de ruptura no solo quebrábamos las relaciones con nuestra “clase”, con nuestras familias, sino con el “ethos” cultural de un progresismo hecho de libros, nostalgias parisinas e identificado, a su modo, con Occidente. Tirábamos a Marx o a Sartre o a Freud a la basura y adheríamos al tumultuoso, contradictorio, violento y autoritario peronismo, el lugar real donde “las masas” vivían. Coqueteábamos incluso con cierto fascismo de hecho. Algunos, de tanto leer a Perón y sus nostalgias mussolinianas abandonaban cualquier resto de “recato” y cantaban extasiados “Ni yanquis ni marxistas, peronistas”.
Era una catarsis, una ceremonia desvariada, un rito de iniciación: había que probar que no quedaba ninguna fibra de “socialdemocracia”, de “izquierda cipaya”, en nuestras mentes y que ya, casi, éramos pueblo. Había que amar a Perón, si uno quería fundirse realmente con el pueblo.
Así como hubo una trayectoria desde la derecha nacionalista de Tacuara hacia Montoneros y la “tendencia revolucionaria”, hay otra que nace en la izquierda marxista y termina en Guardia de Hierro o, peor aun, en los grupúsculos de la ultra derecha peronista. También, obviamente, había “entristas”, marxistas puros y duros que, por cálculo político, adoptaban alguna terminología peronista y se sentían parte del “Movimiento”, con la secreta esperanza de guiarlo hacia la Revolución Social.
La generación del 45, en cambio, era hija de la Guerra Española y la Segunda Guerra Mundial: el frente antifascista que englobaba desde el Partido Comunista hasta algunos cristianos, pasando por anarquistas, socialistas, radicales, demócratas progresistas, liberales. Arraigada en la tradición democrática, continuadora, en muchos casos de una historia familiar de militancia enfrentada al golpe de Uriburu. Para ellos, Perón era simplemente- no había mucho que discutir- la versión criolla del fascismo, una continuidad natural del uriburismo, un representante de la corporación militar, la Iglesia y los sindicatos, al estilo fascista y falangista.
No fue una generación de ruptura, no tuvo que pasar por ritos de iniciación ni abjurar de su formación o sus tradiciones familiares. Fue, en ese sentido, más sana, más consistente. No necesitó de sesiones de terapia para integrar sus diversos yoes, como nosotros (judíos hablando de la conspiración sionista, izquierdistas teniendo que comulgar en la iglesia, internacionalistas bebiendo grandes tragos de nacionalismo, marxistas renegando de sus libros y dedicándose a leer a Perón, y así sucesivamente)
Los del 45 eran antifascistas, simplemente. Y casi todos, anticomunistas. Sabían que Hitler y Stalin tenían la misma sangre autocrática y violenta. Y que de esos modelos se desprendían pequeños dictadores como Perón.
Sabían que estábamos en Argentina y que las cosas nunca llegarían a la letal maquinaria nazi o al crudo Gulag ruso. Sabían que era muy difícil perder la vida, aunque había casos. Lo más usual serían algunas temporadas en la cárcel, problemas para recibirse, algunos golpes. Aunque también hubo torturas, torturas en serio, con picana aplicada sobre una cama de metal, durante horas.
El apoyo obrero a Perón fue una amarga píldora que tuvieron que tragar. Fueron sorprendidos por la rapidez con la que la “clase obrera” – el gran mito socialista en el que muchos de ellos creían- se hacía fascista. Evita fue otro misterio: cómo podía ser que una figura de la farándula, enjoyada y vestida con pieles pudiera ser una especie de diosa de los pobres.
Si algo no pudieron entender, al menos en ese momento, es que el peronismo era una construcción mitológica, no un mero rejunte de oportunistas. Algo muy complejo que ya está inscripto en el ADN argentino, parte constitutiva de una cultura política y extrapolítica. Pero esa es otra historia.
Ellos sufrieron en peronismo real, no la narración mitológica construida para perdurar. Para ellos, el peronismo fue el “tira” que los delataba, las golpizas en la Sección Especial, el control agobiante, la inexistencia de una prensa libre, el festival de “permisos de importación” con el que se premiaba a los leales, la impudicia de la UES, la manipulación del deporte, el espectáculo y la cultura, al servicio del poder dominante. Fue la imposición de la educación religiosa, la intervención en las universidades y la destrucción de la Reforma, la persecución a los legisladores de la oposición, los oscuros negocios de Juancito Duarte, el refugio para los nazis, los profesores falangistas, los “amigos” como Somoza, Stroessner o Trujillo, los libros de lectura con frases como “Mamá me ama, Eva me ama”, la afiliación compulsiva al Partido Peronista, las listas negras de artistas, la política exterior muy poco “popular y antiimperialista”.
Ese relato, para nosotros, simplemente no existía, era obra de la propaganda “gorila”, un infundio de los “contreras”. Nos negábamos a saber que Cipriano Reyes, coautor del 17 de octubre, había sido torturado y preso durante siete años, no sabíamos los nombres de los torturadores (los hermanos Cardoso, Lombilla, Amoresano) Nos negábamos a ver una realidad que nuestros padres conocían bien. Sus advertencias nos sonaban huecas: una tía vieja no puede saber más que yo quien fue Perón.
Y sin embargo, lo sabían: todos los fantasmas cuidadosamente ocultados, minimizados o justificados aparecen en estos relatos de los testigos. Sin histerias, reconociendo errores, algunos, incluso, afirmando que las cosas cambiaron mucho desde entonces. Pero nadie reniega de su militancia opositora. Ninguno de ellos abomina de sus posiciones, que fueron consistentes con los valores que encarnaban.
Se los puede acusar de ingenuidad. Pero ninguno actuó manipulado por poderes ocultos, por la tan mentada “Sinarquía internacional”, la Masonería, el Imperialismo o el judaísmo. Esos cucos fueron alimentados por Perón y combinados en una mezcla explosiva con los mitos tercermundistas. Esa extraña combinación de tercermundismo, fascismo y marxismo fue la que nos taladró la mente en los setenta. Aun hoy, esa mescolanza actúa determinando que el peronismo sea un animal político capaz de hacer y deshacer, decir y desdecir con total desparpajo.
Ellos fueron leales a sus ideas, incluso las equivocadas: el “clima de época” como dijo Pandolfi, haciendo alusión a un cierto izquierdismo ingenuo que coincidía en algún punto con el estatismo peronista, pero que rechazaba desde las entrañas el autoritarismo y el culto a la personalidad que caracterizaron al Régimen.
Ha sido una experiencia personal extraordinaria entrevistar a estas personas, los testigos olvidados.
* Sociólogo e investigador cultural